26 oct 2011



Un silencio ingrato de una despedida, el que está pintarrajeando, en punto final,que me hará bajar, en picada obligado a olvidar, que sos peor que una droga.
Lo que a vos te ocurre es que no sos un poeta


"Tómame, si quieres.
Es lo menos que puedo darte y es todo lo que puedo darte".
"Después optó por la alegría, lo que es siempre preferible..."

25 oct 2011

Sos mi mejor rocanroll



18 oct 2011



No le encuentro el gusto a la noche

17 oct 2011


12 oct 2011

Quiero vivir en America
quiero morir en America
quiero ser libre en America
me van a matar en America

El V centenario, no hay nada que festejar
latinoamericano descorazonado
hijo bastardo de colonias asesinas
cinco siglos no son para fiesta
celebrando la matanza al indigena

Falsos estandartes en las carabelas
cruzando oceanos, la decadencia
hispanoamerica se viste de fiesta
celebrando la matanza al indigena

No hay nada que festejar
Juventud de America, no debemos festejar
colonia imperialista teñida de sangre
sangre nativa, sangre de la tierra

Donde el indio nacio y no pudo conservar
donde el indio murio y crecio sueños de libertad

No hay nada que festejar
No importa donde la vida me lleve,

11 oct 2011




un bonito cuelgue con su vida y los demás

10 oct 2011

No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a expresar lo que piensas.




Desde el dormitorio, ella me llamó. Se había levantado, así, envuelta en la frazada, y estaba junto a la ventana mirando llover. Me acerqué, yo también miré cómo llovía, no dijimos nada por un rato. De pronto tuve conciencia de que ese momento, de que esa rebanada de cotidianidad, era el grado máximo de bienestar, era la Dicha. Nunca había sido tan plenamente feliz como en ese momento, pero tenía la hiriente sensación de que nunca más volvería a serlo, por lo menos en ese grado, con esa intensidad. La cumbre es así, claro que es así. Además estoy seguro de que la cumbre es sólo un segundo, un breve segundo, un destello instantáneo, y no hay derecho a prórrogas. Allá abajo un perro trotaba sin prisa y con bozal, resignado a lo irremediable. De pronto se detuvo y obedeciendo a una rara inspiración levantó una pata, después siguió su trote tan sereno. Realmente, parecía que se había detenido a cerciorarse de que seguía lloviendo. Nos miramos a un tiempo y soltamos la risa. Me figuré que el hechizo se había roto, que la famosa cumbre había pasado... Pero ella estaba conmigo, podía sentirla, palparla, besarla. Podía decir simplemente: "Avellaneda." "Avellaneda" es, además, un mundo de palabras. Estoy aprendiendo a inyectarle cientos de significados y ella también aprende a conocerlos. Es un juego. De mañana digo: "Avellaneda", y significa: "Buenos días". (Hay un "Avellaneda" que es reproche, otro que es aviso, otro más que es disculpa.) Pero ella me malentiende a propósito para hacerme rabiar. Cuando pronuncio el "Avellaneda" que significa: "Hagamos el amor", ella muy ufana contesta: "¿Te parece que me vaya ahora? jEs tan temprano!". Oh, los viejos tiempos en que Avellaneda era sólo un apellido, el apellido de la nueva auxiliar (sólo hace cinco meses que anoté: "La chica no parece tener muchas ganas de trabajar, pero al menos entiende lo que uno le explica"), la etiqueta para identificar a aquella personita de frente ancha y boca grande que me miraba con enorme respeto. Ahí está ahora, frente a mí, envuelta en su frazada. No me acuerdo cómo era cuando me parecía insignificante, inhibida, nada más que simpática. Sólo me acuerdo de cómo es ahora: una deliciosa mujercita que me atrae, que me alegra absurdamente el corazón, que me conquista. Parpadeé conscientemente, para que nada estorbara después. Entonces mi mirada la envolvió, mucho mejor que la frazada; en realidad, no era independiente de mi voz, que ya había empezado a decir: "Avellaneda". Y esta vez me entendió perfectamente.

Cuando alguien se siente brillantemente desgraciado, entonces sí vale la pena llorar con acompañamiento de temblores, convulsiones, y, sobre todo, con público. Pero, cuando además de desgraciado, uno se siente opaco, cuando no queda sitio para la rebeldía, el sacrificio o la heroicidad, entonces hay que llorar sin ruido, porque nadie puede ayudar y porque uno tiene conciencia de que eso pasa y al final se retoma el equilibrio, la normalidad



Ayer de tarde estábamos sentados junto a la mesa. No hacíamos nada, ni siquiera hablábamos. Yo tenía apoyada mi mano sobre un cenicero sin ceniza. Estábamos tristes: eso era lo que estábamos, tristes. Pero era una tristeza dulce, casi una paz. Ella me estaba mirando y de pronto movió los labios para decir dos palabras. Dijo ‘te quiero’. Entonces me di cuenta que era la primera vez que me lo decía, más aún que era la primera vez que lo decía a alguien. Isabel me lo hubiera repetido veinte veces por noche. Para Isabel, repetirlo era como otro beso, era un simple resorte del juego amoroso. Avellaneda en cambio, lo había dicho una vez, la necesaria. Quizá ya no precise decirlo más, porque no es un juego: es una esencia. Entonces sentí una tremenda opresión en el pecho, una opresión en la que no parecía estar afectado ningún organo físico, pero era casi asfixiante, insoportable. Ahí en el pecho, cerca de la garganta, ahí debe estar el alma, hecha un ovillo. ‘Hasta ahora no te lo había dicho’ , murmuró, ‘no porque no te quisiera, sino porque ignoraba porque te quería. Ahora lo sé’. Pude respirar, me pareció que la bocanada de aire llegaba desde mi estómago. Siempre puedo respirar cuando alguien explica las cosas. El deleite frente al misterio, el goce frente a lo inesperado, son sensaciones que a veces mis módicas fuerzas no soportan. Menos mal que alguien explica siempre las cosas. ‘Ahora lo se. No te quiero por tu cara, ni por tus años, ni por tus palabras, ni por tus intenciones. Te quiero porque estás hecho de buena madera’. Nadie me había dedicado jamás un juicio tan conmovedor, tan sencillo, tan vivificante. Quiero creer que es cierto, quiero creer que estoy hecho de buena madera. Quizá ese momento haya sido excepcional, pero de todos modos me sentí vivir. Esa opresión en el pecho significa vivir.
"Tenía 20 años y era joven;
tenía treinta y era joven;
tenía cuarenta y era joven.
Ahora tengo 50 años y soy "todavía joven".
Todavía quiere decir: se termina.
"

5 oct 2011

Morir de a poco duele un poco mas.


sufre las consecuencias